Los escritores y sus mascotas




Los escritores suelen ser personas solitarias, a quienes les gusta sentarse durante horas a trabajar sin que nadie las moleste, un animalito de compañía suele ser el complemento perfecto para esta vida, porque todos necesitamos sentirnos queridos y compartir nuestra existencia. Una mascota puede llenar el espacio y hacernos sentir que somos importantes para alguien y que alguien es importante para nosotros.

Un escritor busca en su mascota, un reflejo, un psicoanalista y una compañía. Los animales pueden consolarnos en la soledad, identificarse con nuestra causa, entendernos a su manera y escucharnos mucho. Además, son como nuestro cable a tierra con el sitio del que venimos, con la naturaleza, nos ayudan a entender que estamos vivos y que vamos hacia alguna parte, todos formamos parte del cosmos. 

Estas son las mascotas de algunos grandes escritores, que han servido de inspiración o de simple compañía para ellos.






CARLOS MONSIVÁIS


Fue célebre el cariño de Carlos Monsiváis por los gatos: en su casa vivían un total de 13 mininos (otras versiones dicen que eran 22). Los médicos que lo atendieron confirmaron que su enfermedad (la fibrosis pulmonar) no tuvo nada que ver con el hecho de que conviviera con tantas mascotas. Creó, junto con Claudia Vásquez Lozano, la organización civil Gatos Olvidados, que ella preside.

Estos felinos lo acompañaban en sus noches de trabajo, en sus días de lectura, y como lo describió José Emilio Pacheco, a todos les llamaba e identificaba por su nombre: Pio Nonoalco, Carmelita Romero, Evasiva, Nana Nina Ricci, Chocorrol, Posmoderna, Fetiche de peluche, Fray Gatolomé de las bardas, Monja desmatecada , Mito genial, Ansia de militancia, Miau Tse Tung, Miss oginia, Miss antropía , Caso omiso, Zulema Maraima, Voto de castidad, Catzinger, Peligro para México, Copelas o maullas.


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LORD BYRON


Este poeta escocés, autor del inacabado "Don Juan", fue un apasionado de los placeres de la vida. Se dice de él que perdió la virginidad a los diez años y que amó a cientos de mujeres y a varios hombres, tanto que le acusaron de sodomita, pero nunca quiso a ningún humano con la fuerza que le unió a su perro terranova Boatswain.

Cuenta la leyenda que un día viajaba en barco cuando Boatswain cayó al agua. Byron intentó en varias ocasiones que el capitán detuviese el navío y rescatara a su mascota, pero este se negó porque un animal no constituía motivo suficiente para detener la travesía. Lord Byron no dudó un instante ante la negativa y se lanzó al agua, de la que ambos fueron rescatados con vida.

Lo que sí se sabe con certeza es que, tiempo después, cuando Boatswain enfermó de rabia, Byron detuvo su vida para cuidarlo hasta el último latido de su corazón, y una vez muerto, mandó construir un mausoleo con una placa en la que se podía leer un poema que comenzaba así: "Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad, y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos".




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VIRGINIA WOOLF


Siempre hubo perros en la vida de Woolf. La presencia de animales en sus distintos hogares era algo que todo el mundo daba por hecho y que sirvió como argumento para una de sus obras, Flush.

Flush es un perro acostumbrado a vivir a sus anchas, correr por el campo y se encuentra recluido en una habitación a los pies de su ama, que está enferma. Él la cuida, la protege y la acompaña, a la espera de cualquier muestra de cariño de su dueña, por pequeña que sea.





Woolf retrató a la perfección el comportamiento animal en su obra, algo que respondía a sus propias obsesiones por encontrar explicación al carácter perruno. De hecho, escribió Flush para superar el trauma que le generó volver de un viaje por Europa en 1935 y encontrar que su perra Pinka había muerto en su ausencia.

Virginia Woolf mencionaba perros en todas sus obras y siempre formaron parte de su vida estos animales. Sus favoritos fueron posiblemente Grizzle y Pinka a quienes tenía la costumbre de llevar con ella siempre, aún si sabía que a otros les molestaba.


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TRUMAN CAPOTE


Capote ha pasado a los anales de la historia como el creador del periodismo novelado, o de la novela de no ficción, a raíz de su gran obra "A sangre fría" (1966), por la que dedicó cinco años de su vida a investigar el asesinato de la familia Clutter en Kansas.

Sin embargo, hubo otro ser que ocupó su vida, sus esfuerzos y sus obsesiones, y ese fue su mejor amigo Charlie, un bulldog inglés que compró a golpe de talonario en Londres y que llevó consigo a la Costa Brava española.

Unos meses antes, su perro Bunky había fallecido en un hotel en Alemania, y Capote se convenció de que jamás volvería a encariñarse con un animal. El encuentro con Charlie cambió su vida y le devolvió la ilusión que más tarde apagaron los psicofármacos y el alcohol. 

Cuando inició la investigación frenética de los asesinatos en Kansas y el descenso a los infiernos de las drogas para poder dormir, hubo una luz que le ayudó a superar el miedo. Esta luz era Charlie, su fiel amigo, al que enviaba algún hueso por correo, cartas o postales a su nombre, como aquella en la que escribió: "Querido Charlie, aquí todos los perros tienen miedo y pulgas, no te gustarían nada. Te echo de menos. ¿Quién te quiere? T (quién si no)".




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CYRIL CONNOLLY


Connolly fue compañero de clase de George Orwell y estaba convencido de que en otra vida había sido lémur (otras de sus encarnaciones habían sido de langosta, melón y Arístipo). Por esta razón se rodeó de lémures, a quienes trataba como si fuesen personas, sin importarle las risas y burlas de quienes lo criticaban por tener semejante deferencia por esos animalitos. Él sentía que lo conectaban con su vida anterior, ¿qué conexión más profunda y natural que esta puede existir?

Posiblemente el caso de Connolly resulte sumamente extravagante y extremista, sin embargo es común conocer a un escritor que tiene por mejor amigo a una mascota, generalmente perros o gatos. Una mascota es compañera y capaz de escuchar las peores atrocidades, de estar al tanto de los más nefastos borradores y de jamás defraudar al autor, ni hablar a sus espaldas de sus obras.


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WILLIAM BURROUGHS


Burroughs fue un enamorado de los gatos y aunque de niño tuvo un sapo de mascota, después se inclinó por los felinos. Llegó a decir que cuando sus gatos se ausentaban de la casa, sentía muchas ganas de llorar y a menudo lo hacía.

A lo largo de su vida tuvo muchos y de los más diversos pelajes. De esa experiencia nos dejó un maravilloso libro, lleno de pasadizos al misterio y de experiencias vividas con gatos de orígenes variados. Tales experiencias las contó en un libro de título más que ilustrativo: "Gato encerrado". Se trata de textos breves, auténticos poemas en prosa, en los que Burroughs deja respirar, sin cautela, sus emociones y evoca fragmentos de vida relacionados con algunos de sus más queridos gatos. 

Quien haya tenido en casa un gato sabe que es un animal envuelto en misterio, observador incansable que parece guardar, detrás de la belleza de sus ojos, algún secreto relacionado con el sentido de su especie que todos sus miembros heredan generación tras generación sin revelarselo a nadie.

“La gracia me llegó en forma de gato”, anotó William Burroughs en sus diarios finales; especialmente en forma de Riski, su preferido.


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PAUL BOWLES


La esposa de Paul Bowles hizo de su casa un verdadero zoológico, tenían: un gato, un pato, un armadillo, dos coatíes, un ocelote y un loro que iba con el escritor a todos lados. Cabe señalar que cuando era joven, Bowles se autorretrataba como un loro.

Bowles escribió sobre las razones por las que los gatos no pueden estar juntos, y son extrapolables a las que esgrimía para defender que dos escritores no pueden compartir pupitre: “Ninguno de ellos consigue la atención que desea y exige”. Quizás por eso, escritores y felinos se entienden tan bien desde siempre.


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JULIO CORTÁZAR


Cortázar tenía un gato de nombre Teodoro W. Adorno, nombre tomado del filósofo y sociólogo alemán. 

Teodoro era un gato callejero que Cortázar encontró una vez en su lugar de veraneo, el minino iba cada tarde a su puerta a pedir algo de comer. Contaba el escritor que al año siguiente de conocerlo, “se me mojaron los ojos como a un imbécil al reencontrarme con el felino y lo adopté".

Además este gatito aparece mencionado en muchas partes o de sus cuentos o de sus novelas, como por ejemplo en el capítulo 59 de “Rayuela” o en Fragmento de “El Diario de Andrés Fava”, publicado póstumamente en 1995. O en el pasaje de “Último round” (1969) titulado “La entrada en religión de Teodoro W. Adorno”. O en “Orientación de los gatos” en “Queremos tanto a Glenda” (1980), o en “Más sobre filósofos y gatos” (donde cuenta porque le puso a su gato “Teodoro W. Adorno”) en “La vuelta al día en ochenta mundos” (1967), etc.


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ROSA MONTERO


Esta escritora madrileña tiene perritos adoptados mediante asociaciones defensoras de los animales. Hace años en un artículo que publicó en “El país” dijo que Carlota, una de sus perritas, era un poco friki y que aunque desconocía el pasado que había tenido suponía no era nada alentador pues sufría de sobresaltos si te acercabas mucho, era como si de repente se le cruzaran los cables y tuviera miedo de todo.

Su otra compañera del alma se llamaba Bruna y también fue rescatada. Esta escritora es otra de las que adoran a los animales y que abogan por sus derechos siempre que encuentran la forma.

A Montero le hubiera gustado tener un destino vocacional con los animales. El miedo a la selva le impidió llegar a ser primatóloga y recalca los grandes beneficios de convivir y tocar a los peludos que habitan en nuestras casas. 

Cuarenta años de vida ha compartido Rosa con perros. "Decía Anatole France que quien no ha amado a un animal tiene una parte dormida. Yo creo que todos tenemos una especie de brecha, una herida abierta entre lo cultural y lo animal y estar con un perro nos cauteriza esa herida. Ellos nos comunican con esa parte más instintiva y esencial". 

La escritora afirma que los perros son su familia, y por tanto ahora lo son la pequeña Petra y Carlota. "No son hijos", dice, "pero sí familia".


No son pocos los escritores que a lo largo de su vida han entablado amistad con animales, en muchos casos considerando su compañía mejor que la de cualquier otro ser humano; es que los animales, perros, gatos, hurones, ratas, hormigas, buitres, saben comprendernos en las diferencias, y ese es el bien que la mayoría de los seres vivos buscamos, ser aceptados, comprendidos, amados.

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