Matar no es la solución

Desde hace unos días nos enteramos de la cruel medida que tomó el alcalde de San Luis Rio Colorado (México), Manuel Baldenebro Arredondo: "$200 por perro muerto", en la cual se invita a los ciudadanos a capturar a cualquier perrito callejero que vean, lo lleven a los antirrábicos para ser sacrificados, y con ello les serán descontados del predial, $200.

Este texto recién lo publicó el diario Milenio, escrito por Xavier Velasco.



Xavier Velasco


"Cúchila, Mataperros"- Xavier Velasco



1. El asco de los limpios

A veces, la confianza es conmovedora. Tener a un ser querido recostado y dormido sobre uno brinda una sensación de paz y gratitud inesperadas. Percibir que respira, ronca y carraspea, o de repente se sacude completo por causa de algún sueño chocarrero, es verse encomendado a protegerle, y en tanto eso pensarse mejor persona de la que uno es. “Duerme, que aquí estoy yo”, dice nuestro sigilo cariñoso, en una de esas raras ocasiones en que la indefensión del otro parece y es un premio para quien la recibe. “¿Quién soy yo para merecerle esta confianza?”, tendría uno que preguntarse cada vez que esto pasa, pero he aquí que en mi caso pasa tan a menudo como permito al perro treparse en mi cama, de modo que aquel gesto de humildad sorprendida es suplantado por el puro placer de sentir que a lo ancho de ese rato entrañable nada hay en este mundo fuera de su lugar.

La amistad entre especies no es un evento raro, pero hay quienes insisten en mirarlo de lejos como cosa curiosa, cuando no insólita. Parece más normal, a ojos corrompidos, el exterminio de una a manos de otra. Y esta última, se entiende, es la especie de siempre. La única facultada para exterminar. La única, también, capaz de hacerlo en el nombre de un fin oficialmente noble. La salud pública. La seguridad. La niñez. La familia. La modernidad. Se extermina a una especie diferente, o a una cierta fracción de la propia, azuzando en los otros un prurito aséptico mejor emparentado con la fobia que con la profilaxis. Hasta donde se sabe, la coartada más repugnante para el exterminio tiene que ver con eso: la “limpieza”. Quien cree que al contribuir a la matachina de una especie querida, cariñosa y servicial está “limpiando” el hábitat de sus seres queridos, lo que hace es corromperse y corromperlos. Nada menos confiable que una estirpe de eunucos sentimentales.


2. Ratas a control remoto

Cuenta Milan Kundera que la campaña sanitaria de los estalinistas checos en contra de los perros sueltos o callejeros malescondía su propósito auténtico, que era el de preparar a la población para las atrocidades que más tarde serían moneda corriente. Insensibilizarlos al dolor de los otros, primero los perritos, más tarde los vecinos y al final las personas más apreciadas, si por casualidad el poder los consideraba un obstáculo en la construcción de la dicha oficial del pueblo checo. Estimular, de paso, la delación secreta, de modo que en lugar de ciudadanos el poder dispusiera de una legión de cómplices robotizados. Es decir, ya en la práctica, hijos de puta con mando a distancia.

Para el hoy mundialmente famoso Manuel de Jesús Baldenebro, médico cirujano y a la sazón alcalde de San Luis Río Colorado, Sonora, la corrupción moral es cosa secundaria. A él le preocupa, dice, la salud pública, y es por ello que en lo que va de su administración se ha exterminado a 17 mil perros, capturados por medio de un sistema de recompensas: el municipio paga doscientos pesos a quien entregue a un perro callejero para su ejecución. Por disposición oficial, el ciudadano queda habilitado como auxiliar de los matarifes. Y ahora que esa medida le ha valido al alcalde el vergonzoso mote de Mataperros, él se argumenta en Twitter que “si las personas que integran las asociaciones protectoras de animales valoran mas la vida de un perro callejero que la de un ser humano YO NO!” (sic).

Ya se sabe la clase de amistad que es capaz de brindar un perro callejero. Basta con un cariño, un pedazo de pan, una mirada a veces, para que venga detrás de nosotros. Y si se nos ocurre darle techo, lo más probable es que se transforme en un guardián celoso y agradecido. Ahora imaginemos al émulo de Iscariote que se acerca al perrito y le regala media salchicha, sólo para ganarse su confianza e ir a entregárselo al doctor Baldenebro, a cambio de doscientos pesos de mierda. ¿Quién querría, a todo esto, caer dormido al lado de un alimaña así?


3. La familia matarife

Una vez asediado por los medios —tan sólo imaginemos la cantidad de insultos consecuentes que recibe cada hora en su cuenta de Twitter—, el tenebroso doctor Baldenebro ha aclarado que su programa de exterminio no paga recompensas en efectivo, sino a través de un incentivo fiscal, limitado a un descuento por familia. ¿Es decir que la cosa es familiar? ¿No basta, pues, con corromper a Judas, sino que hay que ensuciar a la familia entera? Ahora imaginemos a papá y mamá explicando a los niños por qué ayer secuestraron al Solovino y lo llevaron al matadero. Usarán de seguro los argumentos del Doctor Exterminio, y así los pequeñines irán asimilando que el Solovino no era su amiguito, sino “un vector para infecciones de la piel”, y no nada más eso, si también “un problema para la gente asmática en situaciones alérgicas”. No será extraño, entonces, que cuando miren a otro perro en la calle lo alejen a pedradas, qué tal si los infecta. Cúchila, gruñirán, perro sarnoso. ¿Quién les dirá a esos pobres de la infección moral que han contraído? Es al menos curioso que en un medio infestado por la violencia extrema, el alcalde no sepa que buena cantidad de los hijos de puta son hechos en casa.

El equipo de comunicación del doctor Baldenebro es diligente para twittear sus logros. Según escriben, el municipio a su cargo está hoy a la vanguardia en diversos rubros. Y uno sabe que son distintas manos cuando encuentra un mensaje tecleado o dictado por el propio Baldenebro, dirigido al senador Manlio Fabio Beltrones, donde el cuidado es menos escrupuloso y el estilo delata antes al lambiscón que al mataperros: “muchas felicidades Senador, que siempre Dios bendiga sus generaciones y sean prosperados” (sic). Y ahí sí que está pintado el alcalde-doctor, pero si de zalamerías se trata, francamente prefiero las del Solovino, que no corrompe a nadie en busca del poder, inspira el cien por ciento de mi confianza y se expresa indudablemente mejor. Por no hablar del perrote que ahora me acompaña y jamás ha escuchado la tenebrosa historia del doctor Baldenebro. Con su permiso, pues, lo dejo que me ronque otro ratito


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Todos aquellos que protegemos a los animales, estamos completamente de acuerdo en que el problema del perro callejero, realmente es para tomar cartas en el asunto.

Sabemos de sobra de los problemas de salud que provocan las toneladas de heces que se producen al día por aquellos perritos que viven en la calle; de los ataques que llega a sufrir la gente, etc... pero seamos honestos, la culpa no es de los perritos que hacen sus necesidades en cada esquina, el único culpable es el ser humano.

Perros extraviados, perros abandonados, perros utilizados como "fábrica" para tener más perritos y venderlos, perros que no tienen dueños responsables que se ocupen de recoger sus heces cada que los sacan a pasear, perros que no tienen la culpa de que sus dueños los dejen andar solos por las calles. Todos estos problemas no los causan los perros, los causa el ser humano.

Esta medida que se tomó, por supuesto que no es la mejor ni la más adecuada. El alcalde podrá decir que los perritos son sacrificados humanamente y no con descargas eléctricas, supongamos que le creemos, que en verdad los animalitos no sufren pero el matarlos no va a terminar con este gravísimo problema si no se ataca de raíz. Si seguimos permitiendo que haya tiendas que vendan irresponsablemente a estos animalitos; si no se hace nada con esos vendedores de esquina, de tianguis, de traspatio; si no se promueven campañas de esterilización; si no hacemos entender a la gente que nosotros somos los causantes del problema del perro callejero, este no se va a solucionar nunca.

Y claro está, que tampoco es la medida más ética que se pueda manejar. El decirle a la gente: "Traeme un perro y te perdono $200", solo va a generar violencia, robos, y un pésimo ejemplo para los jóvenes.

Estaremos informándoles como va el caso... hay que ejercer presión para que quiten esta medida tan estúpida que solo se le pudo ocurrir a una persona que no tiene compasíon por los seres vivos, solo chequen esta declaración que hizo en Twitter: "Sí las personas que integran las asoc. protectoras de animales valoran mas la vida de un perro callejero que la de un ser humano YO NO!".

Únamonos en contra de esta medida nada ética y que no va a resolver este grave problema.

* En Twitter utiliza el hashtag
#NoALaMatanzaDePerrosEnSonora




Fuente:

Milenio
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